sábado 11 de abril del 2020

Fallece Enrique Múgica, histórico dirigente socialista, Defensor del Pueblo y Premio Honorífico Plaza1 2019



Enrique Múgica, ex ministro de Justicia socialista, Defensor del Pueblo y un gran amante de la tauromaquia, ha muerto este viernes a los 88 años, víctima del Coronavirus. Nacido en San Sebastián en 20 de febrero 1932, Múgica fue un fiel defensor de la tauromaquia durante toda su vida política y así lo demostró cuando ejerció como tal. Abonado y asiduo a la Plaza de Las Ventas entre otros cosos, Enrique Múgica fue abogado, ex ministro de Justicia y también Defensor del Pueblo. Se afilió inicialmente en 1953 al Partido Comunista y estuvo preso en la cárcel de Carabanchel por la represión franquista, según informa El Mundo. Enrique Múgica recibió de manos de su hija el Premio Honorífico que concede Plaza1 en la pasada Gala de presentación de carteles de 2019. Desde Plaza1 y todo su equipoqueremos hacerle llegar a sus familiares y amigos nuestro más sentido pésame por quien fuera un histórico dirigente socialista, un gran demócrata y sobre todo un gran aficionado a los toros. D.E.P.

A continuación les dejamos el gran discurso que leyó en su nombre su hija al recibir el premio:


Damas y caballeros:

Agradezco este premio que me conceden por mi afición y defensa de la fiesta, añadiendo que representa un honor recibirlo en su segunda edición, por ser el receptor del primero el rey emérito, Don Juan Carlos I.

La memoria me remonta a 1939, cuando a la edad de siete años, vi mi primera corrida junto con mi hermano Fernando. Nos llevó mi abuelo Willy, de origen judeo polaco procedente de la ciudad de Cracovia, que se avecinó a España en 1914. A mi hermano y a mi nos entusiasmó la faena de Manolete en el albero donostiarra, pasión que no he abandonado desde entonces. De los espadas de la época me emocionaron además de Manolete, Domingo Ortega, Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordoñez entre otros. De tiempos más recientes me han sugestionado las faenas del maestro Paco Ojeda, al que seguí hasta en treinta ocasiones y con el que trabé relación. Sin embargo, mis amigos entrañables en el mundo de la tauromaquia han sido la familia Lozano, ganaderos, apoderados, empresarios y también toreros, como al que se conoce como la Muleta de Castilla, con quienes he compartido viajes y estancias.

El astado y el matador, en una danza de luz y de color, se miden, y dibujan muletazos o verónicas, creando una obra primigenia, pues no es sólo enfrentamiento lo contemplado, sino la complicidad de la naturaleza recreada en dos de sus especies, el ser humano y el toro, a lo que hay que agregar, menos en Madrid, la música siempre que la faena lo merezca. En consecuencia nos encontramos ante un arte que reúne a los demás, y con una liturgia ancestral; un arte total al cabo.

El aplauso o las quejas del respetable, las tres suertes ejecutadas desde lo fabril y lo febril, incluso la arena que se levanta con el arranque del toro al enfilar el capote, se me figuran un espectáculo tan bello como estremecedor, en el que concurre la vida en una de sus máximas expresiones, el valor, al que oxigena el temor que reconoce todo matador en el burladero. Lo anterior honra y dignifica a esta hermosa tradición, arraigada en nuestras tierras hispanas de manera incólume.

Los toros apasionan o no, así que las discusiones en torno a su manifestación obedecen al corazón. Los razonamientos sobre la necesidad o no de mantener la fiesta nacional, resultan entecos por epidérmicos. No olvidemos que nos encontramos ante uno de los grandes símbolos de España, motivo por lo que denominamos a las corridas la fiesta nacional. Las naciones con historia, la nuestra, se construyen sobre idiosincrasias pluriculturales, y tradiciones y símbolos unitarios, lo que hace que perduren en el tiempo y no se disuelvan en reinos de taifas, periclitándose a la postre.

Respeto, faltaría más, al que no aprecia a los toros, y le pido, en reciprocidad democrática, que me trate de igual modo. Agregar que aquellas regiones donde se han prohibido los toros o las que lo pretenden, obedecen a intereses políticos, nunca a sociales ni ciudadanos, extrapolando al toro de su ser, el espectáculo artístico, lo que es en esencia la fiesta nacional.

Larga vida a la tauromaquia.